El Templo Nacional de Santa Teresa de Jesús y el convento de los Padres Carmelitas Descalzos fue construido en la década de 1920, en relación con la formación de la Plaza España iniciada en 1910. Los Carmelitas Descalzos se habían asentado en Madrid en 1605, en el convento de San Hermenegildo -hoy Iglesia de San José de la calle de Alcalá-, de donde fueron expulsados por la Desamortización de Mendizábal en 1836, volviendo a Madrid en 1876 para ocupar una capilla provisional en la calle de Evaristo San Miguel, hasta ocupar el edificio que nos ocupa.
La obra fue financiada por suscripción popular presidida por los Reyes Alfonso XII y Victoria Eugenia; y aunque la primera piedra fue colocada en 1916, las obras se desarrollarán entre 1923 y 1928, siguiendo el proyecto del arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz Encina. El diseño obedece a un estilo ecléctico en el que se mezclan las corrientes medievales con un lenguaje cercano al modernismo. En el exterior, destaca la fachada goticista almenada, con sendos cuerpos adelantados a modo de torres enmarcando el acceso, que hacen referencia tanto al “castillo interior” que Santa Teresa describiese en Las Moradas como a la cuna abulense de la santa. El edificio se realizó con una moderna estructura de hormigón que ejecutó la Nueva Sociedad de Construcciones de San Sebastián, aunque la escasez de fondos impidió que se construyera la espectacular torre de casi 90 m coronada por una efigie de la santa proyectada en un inicio, por lo que las vistas lejanas se dirigen a la esbelta cúpula neobizantina del crucero, revestida por un colorido mosaico de “trencadís” de Daniel Zuloaga. El interior presenta planta de cruz latina con tres naves, la central cubierta por una bóveda corrida muy rebajada sustentada por arcos carpaneles, y las laterales por forjados planos sobre retículas de vigas separadas por arcos mixtilíneos, sobre los que descansan tribunas y un claristorio de vanos rectangulares cerrados con vidrieras de la Casa Maumejean. El crucero se cubre con cúpula nervada sobre tambor hexadecagonal, con decoración gallonada inspirada en modelos románicos de influencia bizantina, y en cuyo centro se sitúa un escudo de España sacado a la luz en una reciente restauración; y la cabecera plana presenta un profundo camarín para el que propuso un gran bajorrelieve de la santa el escultor Isidro Carballo. Por su parte, el convento anejo –igualmente ecléctico, con reminiscencias medievales, renacentistas y modernistas- está formado por dos cuerpos perpendiculares de dos crujías que se encuentran en chaflán, dejando un amplio patio interior al que dan las distintas dependencias, con un tercer cuerpo adosado a la nave de la Epístola destinado a sacristía.
En mayo de 1931 iglesia y convento fueron incendiados durante los asaltos anticlericales desatados al poco de proclamarse la II República, pero el fuego causó escasos daños debido a sus características constructivas, aunque se perdieron imágenes y retablos, incluida la escultura Al agua de Mariano Benlliure, utilizada como ariete para abrir una caja de caudales. Mayores destrozos provocó la Guerra Civil (1936-1939), pues el edificio se encontraba en primera línea del frente, por lo que tras la misma tuvo que ser restaurado dotándolo de nuevas obras artísticas: en la cabecera cuadrangular destaca el retablo mayor de cuatro cuerpos y tres calles, obra de Félix Granda Buila, que preside la imagen de la santa titular en su camarín, a cuyo pie figura una imagen de San Juan de la Cruz; en los brazos del transepto se disponen sendos lienzos ejecutados por Francisco “Pancho” Cossío, el de la Epístola -derecho- representa la Apoteosis de Santa Teresa, mientras que su opuesto del Evangelio figura la Apoteosis Mística del Carmelo; además una serie de pinturas e imágenes de los Talleres de Olot decoran las naves laterales; destacando la Aparición de la Virgen de Lourdes a Santa Bernardette, obra del pintor valenciano Cabañas que preside la Capilla Penitencial.
