Restos de la vieja Muralla de Madrid

Muhammad I, emir de Córdoba e hijo de Abderramán II, funda una serie de ciudades en el entorno de Toledo con el fin de controlar la antigua capital visigoda y reforzar la línea defensiva -Marca Media- ante las incursiones de los reyes asturianos. Una de ellas es la medina de Mayrit –germen de la actual Madrid-, que contaba con una muralla que cercaba el caserío dominado por una ciudadela -o almudena- levantada en un promontorio junto al río Manzanares -ahora ocupado por el Palacio Real-, y una mezquita aljama -presumiblemente donde la desaparecida parroquia de Santa María la Real en la calle Mayor-. La muralla estaba construida en piedra de pedernal (sílex) con torres de planta cuadrada de tanto en tanto, abarcando una superficie aproximada de 4 ha en forma de cuadrilátero irregular, con tres entradas principales: Puerta de la Sagra al Norte, “Arco de Santa María” al Este hacia Alcalá y Guadalajara, y Puerta de la Vega a Occidente, hacia el río. Los restos más importantes aparecieron en los años sesenta del pasado siglo al derribar el antiguo palacio de Baviera de la Cuesta de la Vega, siendo excavados entre 1975 y 1985, y finalmente integrados en 1987 en el parque de Mohamed I en el que se proyectaba abrir un centro de interpretación que todavía no ha visto la luz. Otros restos de esta primera muralla han surgido bajo el edificio vecino de la calle de Bailén levantado sobre el solar del palacio de Malpica; en la plaza de Oriente, donde se descubrió la Torre de los Huesos -torre exenta a la muralla de vigilancia del Barranco del Arenal situada cercana a una maqbara o necrópolis musulmana- que ha quedado expuesta en el aparcamiento subterráneo; y la Torre Narigües, probablemente una torre albarrana junto al viaducto de calle Segovia. Recientemente se ha descubierto un portillo durante los trabajos de excavación dentro del proyecto de edificación del Museo de Colecciones Reales, en el costado oeste de la Catedral de la Almudena.

En 1085 Toledo capitula ante Alfonso VI y la línea fronteriza se traslada al sur del Tajo, quedando Madrid en retaguardia e iniciándose su consolidación urbana. La necesidad de nuevas defensas militares obliga a ampliar el perímetro fortificado, extendiendo las viejas murallas musulmanas para incluir los arrabales que habían crecido extramuros de la medina. Según el Fuero de Madrid, en 1202 la muralla estaba todavía incompleta, destinándose las multas a pagar sus reparos y terminación a lo largo del siglo XIII. Se trataba de un muro de 12 pies de espesor, de aparejo de mampostería, reforzado cada 10 o 15 m por torres de planta semicircular, que englobaba un recinto de unas 26,5 hectáreas, a las que hay que añadir las del antiguo reducto musulmán. La muralla cristiana estaba rodeada por un foso o “cava” -reconocible en el callejero de la ciudad-, y contaba con varios portillos y siete puertas, pues a las tres musulmanas se añadieron cuatro nuevas: de Moros, Cerrada o de la Culebra, de Guadalajara y de Balnadú. Con el tiempo, las murallas fueron absorbidas en construcciones posteriores que aprovecharon sus lienzos como muros de carga y las torres como espacios integrados en las nuevas edificaciones, como podemos comprobar por los tramos aparecidos en 1945 en la calle de la Escalinata; distinguiéndose otros restos en los sótanos de los locales de la calle de la Cava Baja -algunos exhibidos bajo suelos transparentes-; en la plaza de Puerta Cerrada; y en las calles del Almendro y de los Mancebos, que se han musealizado in situ. A pesar que la vieja muralla de Madrid fue declarada Monumento Artístico en 1954, muchos lienzos de la misma han sido destruidos por la feroz actividad inmobiliaria desarrollada en el siglo XX.