El Teatro Pavón, al inicio de la calle Embajadores, es obra de Teodoro de Anasagasti y fue inaugurado en 1925. Es quizás de los teatros que mejor ha llegado a nuestros días de los que el arquitecto realizó en Madrid. Por su parte, el Teatro Fontalba de Gran Vía desapareció por completo; mientras que poco o nada queda del Real Cinema, el Monumental de Antón Martín ha sufrido tantas transformaciones que apenas es reconocible actualmente. El Pavón, en cambio, fue objeto de una restauración en los 90 en la que se recuperó su fachada, restaurando sus valores originales, recuperando su esgrafiado y reponiendo su torre-reloj con un acabado más contemporáneo, pero fiel al diseño original.
Vistas de época del Teatro y el interior original del Café Pavón.
El café-bar, en la planta baja del propio teatro, y al que en sus tiempos estaba directamente conectado, acabó quedando aislado de la sala y siguió funcionando hacia la calle.
Su interior se reformó -como tantos otros- en los años 70, con materiales muy de moda en ese momento. No hay datos de cuánto del bar original se conservaba, pero en principio la reforma setentera se había llevado por delante cualquier vestigio original.
Recientemente, con el cambio de manos, los nuevos inquilinos hicieron una nueva reforma en la que eliminaron los volúmenes y falsos techos de escayola, apareciendo debajo el original de casetones, diseñado por Anasagasti. Esta grata sorpresa ha animado a los responsables del local a embarcarse en otra pequeña recuperación, de lo que parecían restos de un zócalo de cerámica bajo varias capas de pintura.
Vistas del Café Pavón con la reforma de los 70, y tras la reforma en que se redescubrió el techo. (Imágenes del facebook del Café Pavón).
Al principio sólo se apreciaba una suerte de geometrías en un zócalo ubicado al fondo del bar, tras una pequeña prueba en la que se veía aparecer lo que se denominan azulejos "de arista" o "de cuenca". Esta ténica, de origen árabe, y muy común en la historia de la cerámica mural, se puso de moda a finales del siglo XIX y principios del XX, y fueron varias fábricas sevillanas las que la produjeron, por lo que también se suelen conocer como "azulejos sevillanos".
Aunque se hacían en fábricas el proceso no estaba mecanizado; era en cierta medida artesanal y por tanto no salían dos azulejos idénticos, aunque sí seriados y casi exactos. Esas pequeñas diferencias daban sin embargo vibración y hacían efectos diferentes e irisaciones en el esmalte.
Fueron fabricantes Ramos Rejano, Mensaque Rodríguez o incluso Pickman en la Cartuja, y siendo un producto hasta cierto punto caro, tuvo un gran auge en el Madrid del primer tercio del siglo XX. Antonio Palacios, que incluía la cerámica en sus obras desde el proyecto mismo, empleó este tipo de azulejos por ejemplo en las escaleras y zócalos del Palacio de Telecomunicaciones, en el Hospital de Maudes y en el propio Metro.
Por su parte, Anasagasti también hizo uso en el Teatro Pavón como se ha podido descubrir, escogiendo una serie compuesta de motivos arábigos y alhambreños. Un cuerpo de estrellas de ocho puntas formando una lacería similar a los artesonados, con sendas cenefas trenzadas y un remate con una epigrafía que reza el lema de la dinastía nazarí y que se repite continuamente en las yeserías de la Alhambra: "sólo Alá es vencedor".
Los motivos árabes se pusieron muy de moda en esa época en toda España, y así tenemos el ejemplo en Madrid del Beti Jai, y muchos otros que desparecieron, como el celebérrimo Palacio Xifré, en el Paseo del Prado.
En el Café Pavón han aparecido dos tramos de zócalo casi completo en muy buen estado, y otras dos partes inferiores conservadas: una en el límite de la barra y otra en el extremo opuesto, junto a la escalera de bajada a los aseos. Por desgracia no se conserva más, pero la tarea ha sido muy agradecida, pues el estado en que nos han llegado es bastante bueno, teniendo en cuenta los casi 94 años que tienen.
Tras encontrarse el primer paño, se encomendó la meticulosa labor a una mano especializada. Se contó por ello con el granadino Jorge Nicolás García Ramos, licenciado en Bellas Artes, quien ha procedido a retirar a mano las ocho capas de pintura y yeso que tenía encima la cerámica esmaltada. Tras la limpieza, ha sido necesario reintegrar una fila faltante de azulejos y una lamentable roza que en algún momento dividió en dos el zócalo derecho para la instalación de un enchufe.
Desde MCyP queremos hacernos eco de esta noticia porque constituye un ejemplo de sensibilidad demostrada por parte de los responsables del local hacia la historia del sitio y una muestra de buenas prácticas en las que además de recuperarse se ha puesto en valor para disfrute de toda la clientela y de quien se quiera acercar a verlos por simple curiosidad.
Estado inicial y primeros avances en los que se ve aparecer la epigrafía, la cenefa y las estrellas.
Proceso de eintegración pictórica en la roza en el paño derecho y estado final del paño izquierdo.
Paño izquierdo y reintegración del chaflán. En el centro, detalle de la reintegración de la roza. Foto del conjunto recuperado.
Zócalo junto a la escalera. Casi todo se hallaba oculto bajo un tabique y 3 capas de pintura. Así quedó tras la limpieza y recuperación.
Comentarios1
Agradecimiento
Cómo hija de madrileño y madrileña yo misma, quiero valorar la labor de recuperación de nuestro patrimonio, que dice mucho del nivel cultural de la propiedad del espacio. Volveré a disfrutar de esta recuperacion de su establecimiento. Muy agradecida.