Amparo Berlinches/ Presidente de Madrid Ciudadanía y Patrimonio
Hemos contemplado con disgusto como, una vez más, desaparece una pieza excelente de nuestra arquitectura contemporánea. La casa Guzmán en la urbanización Santo Domingo en Algete.
Las causas son múltiples y múltiples los agentes responsables. Nuestra sociedad es inculta y desafecta a la calidad arquitectónica, quien no conoce no puede apreciar y eso es patente no solo en la sociedad en general sino en las escuelas de Arquitectura de donde salen técnicos autores de las enjundias que sustituyen a estas valiosas piezas únicas.
Los ayuntamientos, con su planeamiento que en el preceptivo catálogo de elementos a proteger, obligaría a mantener los elementos de interés arquitectónico. No sólo los históricos, también los contemporáneos. Será sin duda un catálogo ineficaz y poco riguroso.
La Comunidad de Madrid que aprueba el planeamiento y sus catálogos, tanto en su faceta urbanística como de conservación del patrimonio.
Nuestro Colegio oficial de arquitectos. No basta dolerse cínicamente de lo desaparecido. El COAM promovió junto con la Comunidad de Madrid y con financiación de la Fundación Caja de Madrid, una obra ingente titulada Arquitectura y Desarrollo Urbano que analizó en diecisiete tomos, todos y cada uno de los municipios de nuestra región reseñando toda la arquitectura meritoria que estaba en pie y en la que por supuesto se recoge con detalle la Casa Guzmán. Esta publicación supuso años de trabajo de un grupo numeroso de técnicos cualificados y fue muy celebrada en su presentación por aquellos que debieron tenerla en consideración a la hora de redactar catálogos y establecer cautelas, también en el momento de visar un proyecto de demolición de una casa como la que nos ocupa. Para eso debe estar también el COAM.
Madrid, Ciudadanía y Patrimonio es una asociación cultural que pretende velar por nuestro patrimonio; no solo el histórico, sino el que lo será o debiera haberlo sido. Como asociación con estos fines, lamentamos profundamente esta torpeza, esta concatenación de torpezas y olvidos de la que todas nuestras instituciones son responsables. Y nosotros mismos, por no acertar aún a motivar a una sociedad que vibre con la historia de nuestra arquitectura y su belleza. Son muchos los esfuerzos que empeñamos en esta tarea no siempre con éxito, pero debemos continuar sin desmayo.
Son necesarias muchas asociaciones, mucho trabajo personal para hacer llegar el valor de nuestro legado, sí nuestro, de todos, contra el desinterés, la falta de aprecio cultural, la ambición de tantos particulares y organismos públicos que venden un patrimonio que es de todos por una ambición económica de corto recorrido.
Que nos perdone don Alejandro de la Sota por no haber sabido proteger su obra. Ojalá la casa Guzmán sea el último ejemplo del vandalismo ignorante de esta sociedad.
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