Han pasado 10 años ya. ¡Quién me lo iba a decir!. 10 años desde que por primera vez conseguí entrar en el Frontón Beti-Jai y caer rendido a sus pies. 10 años en los que han pasado muchas cosas. Unas buenas y otras malas. 10 años que han marcado mi vida personal. 10 años irrepetibles que parece están dando por fin sus frutos.
Todavía lo recuerdo como si fuese ayer. El viernes me había despedido de mis compañeros de trabajo. Me iba a tomar un tiempo para mi. Necesitaba desconectar del trabajo. Fue un fin de semana extraño sabiendo que el lunes iba a ser un día especial por eso de romper con la rutina diaria. Me dediqué a pensar qué iba a hacer esos meses que tenía por delante. El domingo por la noche, cansado de pensar y con la incertidumbre de qué sensaciones iba a experimentar al día siguiente, me puse a hacer un poco de zapping. Y allí empezó todo.
En la tele un programa llamado "Vidas Anónimas" en el que entre otros temas una bondadosa señora explicaba cómo ayudaba a unas familias con pocos recursos que vivían de ocupas en un edificio de Chamberí. El reportero la acompañaba a llevarles bolsas con comida. En la puerta de un edificio con muy mal aspecto y con un andamio que cubría la fachada, el guardia de seguridad explicaba que les permitía entrar y salir. "¡Surrealista!", pensé yo. "¡Unos ocupas con guardia de seguridad en la puerta!". Las sorpresa no acababan allí.
El reportaje continúa cuando acceden a un extraño patio interior. Parecía como un teatro con las gradas tapiadas que había perdido el techo de madera, y en cuyo destruido patio de butacas había crecido un bosque lleno de basura y deshechos varios. "Es un antiguo frontón", comenta el vigilante. Se llamaba Beti-Jai y se encontraba en estado de ruina.
Llevo años intentando conseguir una copia del reportaje para volver a verlo. Ha sido literalmente imposible a pesar de saber la fecha de emisión, el nombre del programa, la temporada, etc. El programa se canceló y no lo han vuelto a emitir. Contacté con la productora y la directora del programa y me dijeron que no podían hacer nada por conseguirlo. Me remitieron a La Sexta que es la que tenía los derechos. A través de alguno de los periodistas que nos han entrevistado estos años y contactando también directamente con la Sexta no he conseguido mi tan deseada copia. ¿Habrá desaparecido?. ¿La habrán hecho desaparecer?
Tras unos cuantos espectaculares planos del interior, en el que la generosa señora entregaba los alimentos a los moradores del lugar y recorrían varias estancias, empecé a buscar en internet información. "¿Un frontón de ese tamaño en Madrid y en mi barrio?. Ni de coña. Se tienen que haber equivocado. Esto está muy lejos de Euskadi", me decía para mis adentros. Mi entonces ignorancia sobre la historia de la pelota en Madrid me traicionaba como a muchas otras personas que no podían ni imaginar la importancia que tuvo a finales del siglo XIX y en gran parte del siglo XX.
Descubrí entonces también pinceladas básicas de su historia, que no es ni más ni menos que la de la especulación inmobiliaria y la corrupción asociada intentando hacer caer en el olvido un trozo de historia a cambio de enormes beneficios. Intentos en el pasado de protegerlo y desprotegerlo tras los cuales una larga tregua amenazaba de nuevo a devolverlo al deseado olvido eterno.
Al día siguiente me propuse, cámara de fotos en mano, intentar entrar y hacer alguna foto. Estaba a escasos 10 minutos andando de mi antigua casa y era un buen plan para empezar mi primer "lunes al sol". Una aventura fotográfica en mi barrio para pasar el día y disfrutar del buen tiempo. Era el 28 de abril de 2008. Día 1 de mi prolongada amistad con el Frontón Beti-Jai.
Ante mis ojos una desastrosa fachada cubierta por un andamio. Los accesos tapiados con bloques de cristal y varias puertas metálicas. Aún así algo me hacía presentir que era un lugar especial. Restos de una especie de emblema circular en la fachada. Unas cornisas adornadas con unos extraños capiteles. Balcones y ventanas con restos de preciosas decoraciones. Pero todas las puertas cerradas. "¿Por dónde se entra a este sitio?", me pregunté.
Entonces se me acerca una persona cuya cara me sonaba. Me pregunta que qué ando fisgando por allí. Justo en ese momento me doy cuenta que es el vigilante que había visto en la tele el día anterior. "¡Línea!. Si hay una oportunidad de entrar es ahora o nunca". Le cuento que le había visto en la tele y que me había picado la curiosidad. Que soy de Bilbao y que me parece increíble que haya un frontón en Madrid y en mi barrio. Que no puede ser verdad. Tiene que ser un error. "¡Bingo!". El vigilante de seguridad saca un mechero del bolsillo y me lo enseña. Tenía de adorno el escudo del Athletic Club de Bilbao. En ese momento supe que iba a entrar a ver el Beti-Jai. Me contó que le daba mucha pena que un edificio como ese estuviese en esas condiciones.
Y así fue. Me permitió entrar a sacar unas fotos con la única condición de que tuviese mucho cuidado. Que había zonas muy peligrosas por las que mejor no pisar y que si no llevaba linterna que no me metiese en las zonas oscuras para evitar sustos. Ni en mis mejores sueños había pensado que iba a poder visitar yo solito, a mi ritmo y sin prisas para sacar fotos, el Beti-Jai.
Lo primero que vi al entrar en el habitáculo que hacía las veces de garita de seguridad fueron unos preciosos azulejos que cubrían las paredes de la estancia. Me parecían de estilo andaluz por los dibujos y los colores. "Ya decía yo que no podía ser un frontón". En aquel momento desconocía a Joaquín Rucoba y su trayectoria profesional. Su pasión por el arte árabe que también dejó plasmada en sus obras en Málaga y Bilbao. Lo peor fue que no los fotografié y esa parte sufrió un incendio a finales de ese mismo año en el que lamentablemente falleció el vigilante. También sufrieron la ira de sus propietarios en su empeño por eliminar cualquier resto que indicase que el Beti-Jai merecía ser conservado y dar así vía libre al deseado pelotazo.
Tras atravesar dicha estancia salí por una puerta a lo que parecía ser el patio. No tenía mucha perspectiva desde ese ángulo ya que el bosque lo tapaba todo así que decidí bajar la rampa. Primer shock. Estaba en el centro de Madrid, rodeado de grandes avenidas y calles con gran tráfico, y allí sólo se escuchaba el piar de los pájaros y el viento meciendo los árboles de aquel espectacular bosque. Además, la forma semi elíptica del edificio recortaba el cielo dejando una preciosa silueta.
Me doy la vuelta para ver la rampa por donde había bajado y allí estaba la prueba definitiva de que me encontraba en un frontón. El enorme frontis de granito, con una espectacular fachada a su derecha, indicaban que allí se había jugado a pelota en el pasado. Empiezo entonces a ser consciente de la grandiosidad del espacio. Un precioso arco neomudéjar bastante deteriorado daba salida a la cancha. Había cuatro alturas de lo que parecían ser unas gradas tapiadas, y coronadas por una gran cubierta de madera en muy mal estado. Aquello era enorme. Mucho más grande que cualquier otro frontón en los que había estado. "No es posible. No es posible", me repetía.
Superado el subidón y el éxtasis del momento me digo: "Igor, tienes que aprovechar el tiempo que puedas estar aquí dentro. Esto hay que explorarlo y documentarlo". Entonces me dispuse a atravesar aquel bosque que acumulaba toneladas de residuos entre los que pude ver restos de varios coches. Llegué a una segunda rampa en el centro de la cancha que daba acceso a la primera grada. El suelo de madera crujía y no invitaba en absoluto a pisarlo. Pero yo no había llegado hasta allí para quedarme paralizado por el miedo. Fue entonces cuando vi por primera vez de cerca el único espacio de las gradas que permanecía abierto. El suelo de madera escalonado terminaba en unas preciosas barandillas sujetas a varias columnas de hierro de increíble factura.
Otra vez las piernas temblorosas. Tocaba subir unas escaleras cuyos peldaños crujían y se combaban a cada paso. Las paredes llenas de humedades, y de color cada vez más verde según subía. "De esta no salgo", pensé. "Voy a salir en las noticias y para nada bueno". Sin embargo de nuevo la fortuna me acompañó. Conseguí subir dos alturas y de nuevo otra sorpresa ante mis excitados ojos. El techo de las gradas estaba compuesto de vigas curvabas entre las cuales se conservan restos de las pinturas originales que las adornaban. Eran preciosas. Lamentablemente se han perdido todas las pinturas en las actuales obras de consolidación.
Como si se tratase del sereno, el vigilante me vino a buscar todo preocupado. Casi una hora sin noticias mías. Demasiado tiempo para echar un vistazo y cuatro fotos al Beti-Jai. Sin duda una buena persona. ¡Gracias!. Era el momento de darle las gracias y enfilar a la salida. Llevaba encima toneladas de polvo y suciedad. Parecía como si me hubiese echado un paquete de harina por encima. Pasé un poco de vergüenza de camino a casa atravesando tan elegante barrio con semejantes pintas.
Y así empezó todo. Subí las fotos a internet y colgué un post en mi antiguo y desaparecido blog personal. Entonces me contactó Carmen y quedamos en las fiestas del barrio. Esta me presentó a Teresa que organizó una reunión en casa de Fernando con varios arquitectos y pelotaris que llevaban años luchando por el Beti-Jai cada uno por su lado. Allí conocí a Vicente, Eduardo, Alberto, Antonio, y demás compañeros de viaje. Poco a poco la cosa fue creciendo y sumando más y más gente. Cada uno aportó su granito de arena en función de sus posibilidades y así hasta hoy, 10 años después.
El Frontón Beti-Jai me ha permitido conocer a muchas personas de las que he aprendido y sigo aprendiendo muchas cosas. Personas que se han convertido en amigos y compañeros de fatigas. Personas con las que he compartido muchos momentos y con las que espero seguir compartiéndolos incluso cuando la plataforma Salvemos el Frontón Beti-Jai de Madrid se disuelva tras haber conseguido sus objetivos. ¡Muchas gracias a todos por lo que me habéis dado estos 10 años!.
Igor González
28/04/2018
Enlace relacionado:
- GALERÍA DE FOTOS (28/04/2008): Frontón abandonado Beti-Jai (Madrid 1893)
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