Lo real: dos paseos comentados por el centro histórico

Por mcypweb, Mié, 08/05/2013 - 11:34

Las dos visitas guiadas del jueves, 18 de abril, tuvieron una gran acogida de público, llegando a contabilizarse, en algunos tramos, un grupo de más de un centenar de personas. La afluencia nos llenó de alegría y en algunos momentos hubo que dividir el grupo para poder disfrutar con los comentarios de los expertos y la participación ciudadana.

Por la mañana se partió del Mercado de San Fernando, en el que se apreció la recuperación que ha tenido gracias a las iniciativas de jóvenes arquitectos y comerciantes que allí se han instalado y han devuelto la vida al lugar. Una exposición distribuida por todo el mercado daba todo tipo de datos e imágenes sobre el mismo.

Siguiendo por Embajadores se pudo ver la terrible desaparición del monumental caserón con portada de piedra y escudo que ocupaba el número 18 de la calle, del que no queda más que un enorme vacío debido a la acción de su propietario, el Ayuntamiento de Madrid, que lo ha derribado sin contemplaciones alegando el pretexto de su estado ruinoso, inexcusable después de no haber hecho nada por mantener el edificio después de expropiarlo hace unos quince años. Si esta va a ser la política de protección del nuevo Plan General es para gritar con indignación que no lo necesitamos. Una vez más, la cruda realidad frente a la evanescente legalidad.

En la cercana calle del Oso, 19 se visitó la corrala que está rehabilitando el grupo Bioconstrucción, que lleva a cabo con rigor científico una recuperación funcional y constructiva en base a los sistemas y materiales tradicionales que permitieron a un edificio que se atribuye a Pedro de Ribera, pervivir durante más de doscientos años, y al que los “arreglos” efectuados inadecuadamente en la última década estaban poniendo en grave riesgo, además de ir convirtiendo un lugar interesante para habitar en un triste residuo al que se podía atribuir el demoledor sambenito de infravivienda, como bien explicó Pablo Farfán, uno de los arquitectos autores del proyecto.

También se visitó el Campo de Cebada en el solar de la piscina municipal derribada, utilizando las instalaciones que de forma espontánea lo han convertido en un activo foro urbano, para acoger al público cómodamente sentado a la sombra, y oir las explicaciones sobre el origen y sentido del lugar, y entender la improcedencia de convertir lo que era un espacio público en un centro comercial privado.

La importancia de valorar y preservar los talleres y oficios que daban sentido, variedad y riqueza a estos lugares, se percibió a través de la visita a un taller de trabajos en cuero, que ha pervivido en una de las corralas de la calle Rodas, dando testimonio de lo que fue un barrio ligado a la Ribera de Curtidores, donde se encontraban las industrias del cuero derivadas de los mataderos, que además dan origen a la denominación del Rastro, llamado así por las huellas que dejaban en el lugar los arrastres de las reses.

El taller del pintor y estuquista Luis Prieto Prieto en la calle Don Pedro, nos permitió conocer las técnicas intemporales de la obtención de los pigmentos cromáticos minerales y orgánicos, y la elaboración de los prodigiosos estucos tradicionales, difíciles de distinguir de la piedra, e incluso más lujosos que ésta. Esta lección magistral de un sabio experto y artesano, fue el brillante remate que nos adentró en una visión de Madrid, bastante más auténtica, profunda e interesante que la que se da al turismo al uso.

El Madrid originario, la muralla árabe y las cercas

La tarde se dedicó al patrimonio arqueológico del núcleo primigenio de la ciudad, y estuvo en su primera parte dirigido por los arqueólogos de AMTTA, Carlos Marín, Alicia Torija y Mª Luisa García García- Saavedra, que iniciaron la visita con los hallazgos de la fuente de los Caños del Peral y el acueducto de Amaniel en la plaza de Isabel II, explicados por el arqueólogo Eduardo Penedo.

Se continuó después con la visita a los restos de la iglesia de San Juan en la Plaza de Ramales a cargo de Alicia Torija, una intervención que se realizó al hacer el parking privado de residentes y que se pagó con dinero público; el conocimiento adquirido, los resultados, no se exponen a la ciudadanía sino que se privatiza la musealización que no cumple por tanto su función divulgativa al encontrarse en un rincón del acceso al aparcamiento y con las leyendas explicativas deterioradas o desaparecidas. En la plaza de Oriente, Carlos Marín habló de la posición de los restos arqueológicos que se pueden ver en el aparcamiento de ese lugar, y del expolio que supuso toda esa excavación, que se llevó por delante los estratos arqueológicos y restos de edificios de distintas épocas, convirtiendo en “parking” lo que pudo ser un interesante parque arqueológico, de bastante más valor que un garaje de duración comprometida por la necesaria peatonalización de los centros urbanos.

Al sur de esta plaza junto a la calle Mayor, se visitaron los restos de la iglesia de Santa María de la Almudena, que se divisan bajo un suelo de vidrio, y que se explican en una escueta e insuficiente placa de bronce, que fue ampliamente completada por la erudita exposición que hizo Álvaro Bonet y remachó Carlos Marín.

Desde allí se bajó a la Cuesta de la Vega, en la que Alberto Tellería explicó el problema de la fragilidad de las protecciones del Patrimonio, que se ha hecho patente en la construcción del Museo de las Colecciones Reales, levantado a costa de anular la catalogación de jardines, edificaciones y vistas históricas.

La muralla islámica, que se hace visible en este lugar, disfruta de una musealización adecuada, aunque el centro de interpretación de la misma nunca se llegase a instalar, y aunque el jardín que la acompaña sea una bochornosa interpretación de lo islámico que no haría ni el peor hotelero marbellí. En ese punto Carlos Marín explicó también la importancia del conocimiento de las murallas de distintas épocas para la historia de Madrid.

Cruzando al otro lado de la calle Segovia, en el cerro opuesto al del Palacio Real, se visitaron los restos de la Real Cerca de Felipe IV en las Vistillas, que cuenta con interesantes lienzos de los siglos XVIII y anteriores, que están presentes en todas las vistas históricas de la ciudad, y que se reconocen tanto en la imagen más antigua de Madrid, que es la de Anton Van Wyngaerde del siglo XVI, como en la foto de Charles Clifford de mediados del siglo XIX.

La visión y explicaciones de los jardines del Seminario Conciliar, histórica finca de los nobles ilustrados desde el siglo XVI y primer jardín paisajista de la ciudad, paralelo al que tenían los duques de Osuna en su Alameda de Canillejas -hoy amenazado por un proyecto de construcción del Arzobispado de Madrid- y la vista de la Cerca desde la Cuesta de las Descargas, completaron una visita y una intensa jornada seguidas por un público numeroso, atento e informado, entre el que se encontraron tanto especialistas como personas deseosas de aprender –y entender- su ciudad.

Fotos: #EncuentrosPatrimonio (@madridcyp)

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